Humanista del siglo XXI Manolo Gómez
Pintor realista
Dibujante, grabador, escultor 1948-2020
Manolo Gómez nos ha dejado, después de luchar contra una enfermedad que combatió con gran valor. Nos quedamos huérfanos de las muchas obras que iba hacer… «Porteadoras, costaleros». Éstas y muchas más, estaban latentes en su mente. Eran, iban a ser cuadros de gran dimensión. Fue un trabajador incansable, practicó el rigor analítico.
Y sus obras adquirían fuerza y vigor buscando que al fin fueran justas y perfectas. Así era el artista y el artesano.
Estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes, Santa Isabel de Hungría de Sevilla, su ciudad natal. Ahí desarrolló su primera etapa como pintor y grabador, pero emigró a Catalunya viviendo en Sant Cugat del Vallés, en el Alt Empordà, y de forma prolongada, en Barcelona, hasta el fin de sus días, donde ha dejado su legado de obras de valor universal.
Las pinturas, grabados y dibujos de Manolo Gómez recogen, interpretan, interiorizan el “realismo mágico” de Zurbarán.


Manolo Gómez. “Silla en el pasillo”. Óleo (89 cm. x 116 cm.) Manolo Gómez “Pasillo”. Óleo. (81 cm. x 100 cm.)
Manolo Gómez, a los 15 años pintaba de forma impresionista. Luego tuvo un periodo de abstracción constructivista basado en la obra de Mondrian, pero con resultados humanizados,
menos tecnológicos. Su primera exposición fue en 1968, en la Caja de Ahorros de Sevilla. En ese momento, sus cuadros basaban la composición en la gradación del azul, investigación que quedó prevaleciente para los fondos de etapas posteriores. El misterio del azul lapislázuli le fascinaba, quería ser como los maestros del Siglo XV y XVI, que mezclaban los pigmentos, para encontrar sus propios tonos. Manolo Gómez decía: “El misterio del cuadro empieza con los pigmentos que vas a usar. Poder mezclarlos es algo alquímico”.
En febrero de 1968, influenciado por la obra que Manolo Millares presenta en la Galería La Pasarela de Sevilla, da un vuelco al concepto de su obra. Manolo Gómez recoge para su trabajo la idea del destrozo, del desgarro que transmiten las obras de aquella exposición. Capta que la abstracción que parece aportar aquellas “Arpilleras” no es otra cosa que la esencia del realismo. Y sus planteamientos de abstracción constructivista se retiran para dar paso al encuentro con el realismo.
Fue miembro fundador del grupo de “Grabadores de la España del Sur”, que pretendía impulsar la difusión del arte mediante “la seriación” y el bajo coste de las obras. Este propósito supuso al mismo tiempo, un depurado aprendizaje técnico: La manera negra y la media tinta o grabado al humo, técnica del Siglo XVII atribuida a Ludwig von Siegen (1642). Manolo Gómez potenció, durante toda su trayectoria artística, estas técnicas de estampación, produciendo grabados extraordinarios, de gran calidad y auténticas rarezas profesionales del arte actual, por la dificultad que comporta su realización.
El armazón de una radio vacía y sin entrañas, una serie de bocetos sobre este tema, entusiasmarán a sus colegas grabadores y a Manolo Gómez le servirán para empezar a representar lo concreto, los objetos que comparten la vida de las personas, expresando todas las huellas que desvelan su realidad actual, fruto del paso del tiempo.
En 1968, la Galería “La Pasarela” de Sevilla da un primer reconocimiento a la obra de Manolo Gómez, al incluirle en una “Exposición Colectiva de Pequeño Formato”, junto a artistas consagrados y de renombre: Millares, Saura, Feito, Fontana, Lucio Muñoz, Amalia Avia, Juan Romero, Tapies.
Manolo Gómez pensaba y decía: “El realismo más genuino es el más acusado, es el que logra la representación más potenciada de lo concreto”.
La “Etapa Sevillana” de Manolo Gómez va desde principios de 1968 hasta febrero de 1970, en que un día, con un pequeño hatillo y su caja de pinturas coge “el sevillano”, el tren que le lleva a Barcelona. Y luego, su intención fue tomar “el Canguro”, irse en barco a Italia, a Florencia, a Roma, su cuna del arte. EL poeta Gabriel Ferrater le detiene, le convence de quedarse: “¿Qué vas a hacer en Roma, Manolo? Aquí vas a encontrar lo que buscas”. Al poco tiempo, Manolo le dedicaría un magnifico dibujo a Gabriel.
Manolo Gómez se enamora de Barcelona: “Barcelona está llena de palomas, quiero aprender a volar”. Y entre otros muchos estudios e intereses, sigue interiorizando los ropajes del “Cristo” y el “San Serapio” de Zurbarán, obras de tela y luz, considerando de la luz su carácter iniciático.
En Febrero de 1971, Manolo Gómez hizo su primera exposición en Catalunya, en la Facultad Autónoma de Filosofía y Letras, todavía ubicada en el Monasterio de Sant Cugat del Valles, organizada por un grupo de profesores y estudiantes amigos suyos: Tere Camps, Manuel Oller, José Santamaría, Alfredo Salom, Victor León Oller. El alcance de aquella exposición sobrepasó el reconocimiento del mundo universitario, Francisco Rico, Victoria Camps, Martin de Riquer,
Udina Martorell, Xavier Rubert de Ventos, Eugenio Trias, Pep Casamiglia, Gabriel Ferrater y su categoría fue ya reconocida por el mundillo de las galerías y la crítica de Catalunya.
“Si pinto un zapato nuevo, es muy difícil que la gente pueda saber qué es lo que quiero decir. Por el contrario, “Los zapatos hambrientos” de Van Gogh, colocados y mostrados en alto sobre una silla, sí que dicen y comunican muchas cosas y un alto grado de denuncia, de crítica y de análisis de la sociedad. Eso es lo que hay que tratar de aportar”. Reflexiona Manolo Gómez.
La Exposición de la Facultad Autónoma de Filosofía y Letras, fue trasladada por sus amigos, en marzo de 1971, a la “Escola Superior de Bellas Arts Sant Jordi” de Barcelona, agregándose una serie de poemas de José Santamaria y causando un gran impacto entre los estudiantes, por lo heterodoxo del planteamiento artístico con respecto a los criterios de enseñanza dominantes en la Escuela.
En su entrevista con Tere Camps, dice: “Todo lo que me rodea son cosas, objetos. Toda palabra que nombre alguna cosa, puede comunicar algo más que un objeto material. Significa quizás un algo interior, algo a lo que tú no das importancia porque es imprescindible para vivir. Para mi es importante cuando una persona sufre, llora, es feliz, trabaja, sueña. Cuando una persona muere, como yo no puedo pintarla en ese momento determinado, utilizo sus objetos más expresivos, aquellos que han tenido una relación con procesos anímicos. Los trajes están muy cerca de la persona”.
La obra de Manolo Gómez intenta contar la verdad acerca de la condición humana. En 1971 expone en la Galería Majestic de Barcelona, Comunicación & Marketing. La sociedad catalana acoge con entusiasmo su obra. Con lápiz de punta de plata y acariciando el papel reposado sobre soporte duro, Manolo Gómez saca incontables texturas y matices a sus dibujos, dándoles el misterio y la magia que solo los grandes consiguen. El realismo, su personal lenguaje que desarrollará durante toda su trayectoria ya empieza a estar claramente definido. En 1972, participa en una “Colectiva Homenaje al Barroco”, organizada por la Galería Juana de Aizpuru de Sevilla y en noviembre de ese mismo año gana el 1º Premio de dibujo del XIV Premio Internacional de Dibujo de la Fundación Ynglada-Guillot.
Manolo Gómez. 1º Premio de Dibujo del XIV Premio Internacional de Dibujo de la Fundación Ynglada-Guillot.

Manolo Gómez. 1º Premio de Dibujo del XIV Premio Internacional de Dibujo de la Fundación Ynglada-Guillot.
El crítico Santos Torroella, escribe el 12 de enero de 1974, en el Noticiero Universal, después de ver la exposición que Manolo Gómez presentaba en la Galería LLeonart de Barcelona:
“Puede hablarse de este joven pintor sevillano con una de las revelaciones más claras de las recientes promociones pictóricas barcelonesas. Pues aunque no haya nacido en nuestra ciudad, en ella es donde se ha dado a conocer y ha cosechado éxitos importantes”. “No hay duda, que hay algo en su pintura que conecta muy íntimamente con preocupaciones e inquietudes que se han abierto ancho cauce en las juveniles corrientes contemporáneas. Pero acaso ello no bastara para explicar sus éxitos, si no fuera acompañado también de un hacer que lo singulariza convincentemente dentro de los muchos otros que en las mismas corriente se hallan en curso. Manolo Gómez tiene oficio, y elabora certeramente y como muy personal la combinación de medios en sus obras, y logra infundir a éstas una hondura humana que, por lo recóndita e intensa impresiona desde el primer momento. Se encuentra inscrito en el realismo minucioso que tiene su más espectacular versión en el hiperrealismo o el realismo fotográfico americano, pero con un claro antecedente que se anticiparon al mismo en la nueva escuela sevillana, de la cual procede. Por lo demás, dista mucho del citado hiperrealismo norteamericano, con su fría, agobiante e inexpresiva transcripción de imágenes mecánicas, en cuanto que en sus obras hay siempre un latido humano, tristísimo las más de las veces, – prendas usadas, maltrechos y anticuados enseres domésticos-, que evocan el dolorido sentir de la vida humana y su circunstancia, ésta indefensa ante la abrumadora invasión de un mundo súper industrializado y oprobiosamente indiferente. Cabe, en estas obras de Manolo Gómez, advertir un sentimiento, una actitud de protesta, pero sin gesticulaciones, antes al contrario con una especie de aceptación de lo humilde, de la cual emana una secreta y humilde poesía que es la que hace más convincente, por más condolido su mensaje”.
A partir de 1974 y hasta 1980, Manolo Gómez participa en numerosas exposiciones, en Sevilla, en Girona, en Barcelona. En 1978 realiza una exposición en la Galería Joan de Serrallonga de Barcelona. Un homenaje a la inmigración, donde los temas de sus obras son trajes, camisas o monos de trabajo usados que reflejan la vida soportada. Una vez más el profundo conocimiento de la técnica de Zurbarán y el tratamiento que este gran artista hace de los ropajes, le ayuda a poner a su depurado realismo, el máximo sentimiento, consiguiendo una atmosfera de entendimiento entre el artista y el receptor de su obra. En esta exposición introduce formatos redondos y ovalados y obras como “La bailarina” o “Pañuelo” adquieren nuevas dimensiones narrativas. En 1979, expone su obra gráfica en la Galería La Fontana d´Or de Girona y realiza la carpeta de grabados “Taciana y Damian”, homenaje a su querida hija y que se presenta en la Galeria Eude de Barcelona.
En 1980, ilustra la portada del LP “Cançons populars” de Xavier Ribalta y un año más tarde realiza una carpeta de grabados titulada “Cançons populars”, en la que colabora Rafael Alberti. En 1982, expone en la Galeria Ángulo de Lucerna (Suiza). Y así un reguero de exposiciones de pinturas y grabados. En 1985, participa en ARCO, presentado por la Galería Art3 de Girona. Ese año, la Fundación Juan March le ofrece una beca de cinco años para irse a Estados Unidos, pero una vez más, Manolo Gómez elige quedarse en Barcelona, pues piensa que su vida está en esta ciudad y que desde ella tiene que ofrecernos su trabajo y aportaciones personales.
En 1987, participa en la exposición “Le portrait en Catalogne”, en el Chateau de Colliure (Francia). Y en 1990 expone “Vuelta a la Realidad”, en la Galería Beaskoa de Barcelona.
El crítico de La Vanguardia comenta: “Al comparar sus obras antiguas con las actuales podemos apreciar unos cambios notables: tanto en lo que respecta al planteamiento como a la
realización de cada pieza. Parece como si en los años 70 el pintor nos hubiera ofrecido unos recursos más técnicos, ahora todo es más sobrio, más sintético. En la obra de las etapas anteriores había una decantación y una notoriedad en la elección de objetos, casi en desuso, que nos llevaban a almacenes de los recuerdos, ahora los objetos son vivos. Hemos abandonado el recuerdo para centrarnos en la vida misma y también la composición ha cambiado: los objetos no se ven de manera frontal, plana, sino que con sutiles perspectivas creando una sensación de dinamismo”. F.M. La Vanguardia, Cultura y Arte.
En 1995, Manolo Gómez – Siria Brau exponen en la Galería María Salvat de Barcelona. En esta exposición Manolo Gómez nos ofrece un “realismo perfecto” donde aparecen todas las luces, todos los reflejos, todas las sombras.
Las “maletas” de Manolo Gómez están llenas de cristal transparente y éste mediante “la Luz” estalla de conciencia de sí mismo.

Manolo Gómez. “Tarros con maleta en la silla” Oleo (81 cm. x 100 cm.)
Sobre la exposición en la Galería María Salvat, escribe Josep M. Cadena: “La exigencia artística que pone en sus cuadros, hace que Manolo Gómez espacie considerablemente las exposiciones o que las mismas siempre muestren menos obras de las que el público desearía. El creador, profundiza en los sentimientos humanos a través de impecables descripciones de la realidad tangible. Expone a situaciones mágicas, la vida corriente. El mundo de Manolo Gómez resulta en apariencia cerrado, hermético, si me apuran arcas de fina y barnizada madera que, abiertas, muestran el arrugado vestido de primera comunión de una niña que,
ya mujer, se vuelve de espaldas al pasado para no sufrir al recordar las ilusiones perdidas; Antiguas maletas que, rescatadas del desván, sirven para establecer, como si fuera un juego, que los afanes de pureza, representados por una serie de recipientes de cristal supuestamente vacíos, crecer con la luz y luego se imponen a la mentira del mundo cuando se les coloca en formación cerrada, sobre las páginas de un diario… Expresa situaciones mágicas de la vida corriente, que ponen de manifiesto la soledad del ser humano que ansioso de comunicación con los demás, incluso puede caer en el gregarismo y en el no saber qué decir, cuando es preguntado. Manolo Gómez combate la vaciedad del alma, cuando se ampara en la luz y hace que la misma sea el espíritu verificador de su obra”.
En 1997 participa en el proyecto del fotógrafo Antonio Nodar, “Des d´un retrat al autoretrat”, que se presenta en la Galería María José Castellvi de Barcelona, que consistía en fotografiar a los artistas, que a su vez se harían un autorretrato a partir de la fotografía que les habían hecho. De los trabajos se realizó un libro. Ese mismo año vuelve a exponer en la Galería María Salvat, en la exposición “Divuit treballs per a una col.lecció» y realiza una litografía “Trasparencias” para las AUTOPISTAS C.E.S.A.
Sus temas prioritarios y más motivantes: tarros de cristal vacíos, periódicos ya leídos, bodegones de verduras y frutas y alguna almohada, como símbolo de donde el hombre reclina su cabeza, para sumergirse en sus sueños y sobretodo la luz.
Esa luz iniciática que desvela todo lo que hay que pulir, cincelar, medir, matizar, pintar y dibujar.
Manolo Gómez siempre trabajo su obra sin prisas, dejándola reposar antes de dar el siguiente paso, la siguiente pincelada. Su obra nunca sucumbió a las prisas del mercado, ni a las necesidades de producir para rentabilizar económicamente su producción, por lo que en el año 2000 y durante años fue muy importante que un grupo de barceloneses afincados en Viladrau decidieran encargar, financiar unas obras sin que tuvieran que ser acabadas con prisas. Con ello Manolo Gómez consiguió para su trabajo el soporte que siempre había deseado: el mecenazgo.
Hacia el 2001 cabe resaltar una obra magna “El Liceo quemado”. Las fotografías, los vestigios que recuerdan aquella destrucción ayudan a mantener la memoria colectiva.

Manolo Gómez. “El Liceo quemado”. Óleo (130 cm x 97 cm)
Manolo Gómez pintando “El Liceo quemado” revive la destrucción, la sufre, se quema con ella, consiguiendo una transformación espiritual, un lumínico camino de perfectibilidad humana, la esperanza de trascenderse.
Es un cuadro de fuerza, belleza y luz. Pugna por restablecer la FUERZA de las columnas caídas. Canta al amor fraternal en pos de la BELLEZA y la ARMONIA. Fragua mediante el fuego alquímico y todos los resplandores, la luz de la SABIDURÍA.
En el año 2001, la Fundació Vila Casas adquiere un cuadro de Manolo Gómez para su colección. En el 2006, expone en el Centro de Cultura de la Casa Elizalde “Tomando un café con Salma”, óleos y dibujos de pequeño formato y dibujos con una temática nueva “cementerios de coches”.
Las Galerías en las que expuso, los marchands que le apoyaron: Manuel Oller, Jaume Lleonart, Jorge Beaskoa, María Salvat, María José Castellví van perdiendo presencia, por cambios generacionales, sociales y de criterios artísticos y el realismo decae aparentemente en su poder de comunicación e influencia.
Manolo Gómez, el Maestro, trabaja incansable, en silencio, como es propio de un Aprendiz, puliendo, buscando la veladura adecuada, la atmosfera perfecta.
Y surgen nuevos elementos simbólicos para un camino recurrente, el sufrimiento para vivir. “Las porteadoras”, “Los costaleros”, el esfuerzo de hombres y mujeres por alcanzar una pasión.
Manolo Gómez está llegando al zénit de su trayectoria. Piensa, dice: “Uno debe desaferrarse de su individualidad y dar algo más universal. Algo que sea la colaboración en la construcción de la Gran Catedral”.


Manolo Gómez dejó inacabado su camino de “sufrimiento y perfección” el 4 de abril del 2020, pasando al Oriente Eterno. Su Gran Obra ya forma parte del Parnaso.
Diría Hermann Hesse: “El comienzo de todo arte es el amor. El valor y la amplitud de todo arte están determinados, ante todo, por la capacidad de amor del artista”.
Manolo Gómez González, artista y artesano, conmovió con sus obras la Catalunya artística de los años 70, nos acercó al realismo de Zurbarán adaptándolo al siglo XX y XXI, en línea de similitud a lo que Antonio López ha hecho con el realismo de Velázquez.
La Rambla de Catalunya, la Diagonal, las palomas, el sol y la luz de Barcelona le hacían feliz.
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Abril – Mayo 2020